"Cerca de la Casa [en referencia al monasterio de San Martín de Castañeda] está un Lago en el que entra y sale el Río Tera, que notablemente vienen por lo alto de una serrezuela, y por allí encima tiene su curso continuado. De allí baja a hacer este Lago, que tiene de largo una legua y hondura increíble, y se mueve algunas veces con tempestades como la mar. En medio de él está una gran peña donde los Condes de Benavente en tiempo que tenían por suyo este Lago, labraron un rico Palacio con muchos artesones de oro. Agora es el Lago del Monasterio, y tiene muchas truchas y barbos en grande abundancia, y muy sano. Tiene también el Monasterio en otra Sierra dos lagos estancos, sin que corran a ninguna parte, y en ambos es el agua muy delicada, y las truchas y peces muchos y muy buenos"
A. de MORALES: Viage de Ambrosio de Morales por orden del rey D. Phelipe II a los reynos de León, y Galicia, y Principado de Asturias, 1572
Ambrosio de Morales (1513-1591), sacerdote y profesor universitario en Alcalá de Henares, recibió del rey el encargo de realizar el viaje que titula su libro con el objetivo, entre otros, de recopilar reliquias para las colecciones del monasterio de El Escorial. Sin embargo, su trabajo fue mucho más allá y buena muestra de ello es la anterior cita sobre el Lago de Sanabria, tal vez una de las primeras que se conservan como “relación de viajes”, distinta de los documentos eclesiásticos o jurídicos. Y, como se ve, ya se menciona La Casica, el palacio de los Condes de Benavente sobre el Lago, como cosa del pasado.
Fuente: IGN MTN25-0267c1-1998-San_Martin_de_Castanieda |
"La laguna de Sanabria cerca de Astorga, debe ser la mayor y más notable que acá se halla. Házela el río Tera, que entra y sale por ella: y es cosa harto notable en el río, el traer su corriente por el lomo de un collado bien alto. Tiene el largo una legua en largo, y poco menos de media en ancho. Su hondura es tanta, que en muchas partes no se le halla suelo, y créesele entran muchas corrientes por los lados, que manan por lo baxo de las sierras comarcanas. Muévese muchas veces como la mar, y son tan fieras como en él las tempestades, así que algunas veces han peligrado pescadores que andan en barcas, y otros que se hallan en una rica casa que el conde de Benavente tiene sobre una peña en medio del Lago"A. de MORALES: Las Antigüedades de las ciudades de España, 1575
Estas dos menciones fueron el modelo para las futuras (y escasas) referencias sobre el Lago durante más de dos siglos. Henrique Florez (1702-1773), agustino como Ambrosio, dejó escrita en su monumental “Historia Sagrada” una hermosa, paradisíaca descripción de la Cueva de San Martín y de la Vega de Tera (1), pero, en cuanto al propio Lago, sigue a Ambrosio casi palabra por palabra:
“[...] donde para resarcir la fatiga de haberse despeñado, [se refiere al río Tera] parece quiere descansar, y se detiene a formar el Lago aplaudido de Sanabria, de que dice Morales tiene una legua en largo , y poco menos de media en ancho. […] Muévese muchas veces como el mar, y son tan fieras como en él las tempestades; así que algunas veces han peligrado en él los pescadores, que andan en barcas, y otros que viven en una rica casa , que el Conde de Benavente tiene sobre una peña, en medio del Lago. La abundancia de grandes truchas y barbos es cosa que pone admiración. La voluntad sola pone numero y tamaño a la pesca: y diciendo vamos a sacar cien truchas y barbos de tantas libras, están seguros que no faltará la tasa en numero y en peso.”
Fr. Henrique Flórez: España Sagrada. Theatro geographico-historico de la iglesia de España vol.XVI, 1787
Fuente: PARES Fragmento de un mapa de la zona fechado en 1753. ¿Error en la escala o la Isla era entonces más grande? |
Richard Ford (1796-1858) fue uno de esos viajeros ingleses que durante el S.XIX recorrieron Europa y luego se dedicaron a escribir libros para describírsela a sus compatriotas, con mayor o menor acierto. Ford se asentó en Andalucia durante el periodo de 1830 a 1833 y desde allí realizó excursiones por todo el país:
"Partiendo de Puebla de Sanabria y tomando un guía local podemos subir por el Tera hasta el Lago, que dista cosa de dos leguas y media: éste es el pantano [sic] de este dulce río que tiene su origen en las montañas de atrás, cerca de Portillo, y después corre unas dos leguas, entrando en su encantadora cueva, y cae en el lago, que está contenido por un cinturón de colinas en forma de herradura, las laderas de la Segundera. Esta laguna de cristal, como el cráter lleno de agua de un volcán, tiene unas cuatro millas de circunferencia; su profundidad se desconoce [...] Se puede alquilar una barca y contratar un guía en el pueblo, bellamente situado, con trescientos habitantes. En el lago hay una isla en la que se levanta un castillo que es una especie de pabellón de pesca de los antiguos condes de Benavente y conserva aún algo de su antigua decoración"
Richard Ford: Manual para viajeros por España y lectores en casa, 1844
No se puede dudar de la visita de Ford al Lago (2) y por ello resulta importante su mención al “castillo – especie de pabellón de pesca”, ya que nos indica que por entonces la construcción seguía en pie, aún sin detallar su estado. Y las fechas entre el viaje del inglés y la publicación de su libro coinciden, por ejemplo, con la exclaustración del Monasterio (1835) tras unos cuantos años de decadencia y la adquisición de sus bienes por Manuel de Vichachica (1843). Aunque ya casi desvinculado de la comarca, 1844 también es una fecha significativa para el ducado de Benavente (3): en ese año asume el título (lo hereda de su hermano Pedro) Mariano Téllez-Girón y Beaufort Spontin, duque de Osuna, Béjar y una larga lista de lugares más, conocido también como “El Dilapidador”, por el gran y exitoso empeño mostrado en finiquitar la fortuna de la familia.
INTERMEDIO: RECUERDO PERSONAL. El autor de esta entrada, apenas en la primera adolescencia, abordando junto a su padre la Isla de las Moras en el Lago de Sanabria, a la que habían llegado a lomos de un brioso patín a pedales desde Custa Llagu. El niño cubierto de arañazos por los zarzales, un ecce homo pre – Borja, y el padre siguiendo a ras de suelo las líneas de cimientos de paredones: “Aquí hubo una casa, seguro”. Años más tarde, amigos aficionados al submarinismo le hablan de muros de piedra que se prolongan “varios metros” hacia el fondo. Algo parecido relataba Luis Cortés Vázquez en su “Libro de Zamora” (1975): “de tan bella casa de recreo levantada en la isla única y diminuta del lago no resta sino algún paredón a medio caer y una vegetación bravía, que todo lo tapa, de zarzas y cerezales”.
Foto: Millán en flickr. www.millandasairas.com Licencia Creative Commons |
Jorge Juan Fernández, en su estudio "Aspectos arqueológicos del parque natural del lago de Sanabria", (Anuario del Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, 1990) señala:
...el apilamiento intencionado de piedras en torno a un afloramiento rocoso natural que sirvió de basamento. En su opinión aún se aprecian restos de piedras colocadas en línea formando muros hoy arruinados. En su interior el investigador pudo recoger fragmentos de tejas curvas, ladrillos de barro rojo de "buena cocción", con una dimensión media de 23 cms. de largo por 12 cms. de ancho. Igualmente se identificó algún fragmento de cerámica vidriada y común de época moderna, sin mayor precisión cronológica. No obstante, atendiendo a las reducidas dimensiones de esta isla y a la espectacular descripción ofrecida por Ambrosio de Morales, este autor considera estos restos muy lejanos de la lujosa residencia del Conde de Benavente, deduciendo la existencia aquí un pequeño embarcadero y, a lo sumo, una construcción elemental dedicada a "cazadero".
Rafael González Rodríguez, el profesor en cuyos estudios se articula esta entrada, afirma:
“Las reducidas dimensiones del lugar [La Isla de las Moras], hacen difícil imaginar la construcción aquí de un edificio como el descrito por Ambrosio de Morales. No obstante, teniendo en cuenta que en sus inmediaciones la profundidad no desciende ostensiblemente, cabe la posibilidad de que en épocas anteriores el nivel de agua fuera menor y por tanto mayor su superficie total. Una segunda opción, tampoco desdeñable, sería pensar que en realidad el palacio o casa se construyó en el gran peñón rocoso [El paraje conocido como El Castro, en Ribadelago], siendo la isla un mero apéndice o complemento lúdico del edificio principal. Es preciso matizar además que ni en el texto de Ambrosio de Morales, ni en los documentos más antiguos que hemos manejado, se habla en ningún momento de isla alguna, sino de una casa construida en medio del Lago, o sobre una gran peña.”Rafael González Rodríguez: Notas sobre "la Casa del Lago" del Conde de Benavente. A propósito de un pergamino del Archivo Histórico Provincial de Zamora, 1999
Si hoy un observador se acerca a la Isla de las Moras desde la elevación rocosa del Castro de Ribadelago considerará muy factible esta opinión que sitúa al “castillo” en la roca y no en la isla. No hay que olvidar que A. Esparza referenció la existencia un castro (tal vez de la Edad de Bronce) en el peñón y “documentó la presencia de algunas cerámicas en superficie, realizadas a mano, e incluso uno de ellos decorado con un cordón con digitaciones”. Zamora Protohistórica (4)
El profesor Rafael González fija los antecedentes de la construcción de La Casa del Lago en la época de Alonso Pimentel, III Conde de Benavente:
En 1446 el monasterio de San Martín de Castañeda, ante el clima de inseguridad y de guerra señorial reinante, le otorgó la encomienda de una buena parte de sus posesiones en Sanabria. El dominio de la familia sobre la zona se vio ampliado notablemente al año siguiente con el aforamiento de la Vega del Tera, un terreno de pastos enclavado entre el Lago de Sanabria y las sierras de El Porto y La Cabrera. Algunos años después, en 1451, el conde compraba a los herederos de Juan de Losada la mitad de Sanabria y Carballeda. De esta forma, la misma abadía y su entorno, Riba de Lago, Vigo, Murias, San Ciprián, Trefacio, Pedrazales y Galende quedaron bajo la órbita señorial.
Pero fue el cuarto conde, Rodrigo Alonso Pimentel (ver nota 3), quien levantó efectivamente el palacete. Existe una interesante noticia fechada hacia 1530 en los testimonios y probanzas de varios testigos, correspondientes a un pleito entablado entre la viuda del cuarto conde, María Pacheco, y su hijo el quinto conde, Alonso Pimentel. […] El pasaje que alude a la casa de Lago, siguiendo a Cooper, es el siguiente:
"Sabe que el dicho conde de Benavente ha hecho muchas fortalezas fuertes del tiempo que este se le acuerda de quince y treinta años a esta parte que [...] ha visto que ha fecho una fortaleza muy fuerte de las mas grandes en Castilla en la Puebla de Sanabria y que [...] ha oído decir que ha fecho una fortaleza en Castromocho [...] e que sabe que ha fecho una casa fuerte en el Lago de San Martín de Castañeda" (5)
Así pues, la construcción de esta casa fuerte del Lago debe considerarse contemporánea a la del castillo de Puebla de Sanabria, obra que el propio Cooper sitúa el grueso de los trabajos entre 1477 y 1482. Cabe además la posibilidad, en base a simples razones de proximidad geográfica, que el maestro Juan de Herrada, responsable al menos de la torre del homenaje de esta fortaleza, pudiera haber participado de alguna manera en la isla del Lago.
Al contrario del Castillo de Puebla, la Casica del Lago permaneció poco tiempo en poder de los Pimentel. Rafael González ha encontrado en el Archivo Histórico Provincial de Zamora el pergamino, fechado el 12 de septiembre de 1491, por el que Rodrigo Alonso hace donación de la misma, “en descargo de su alma”:
Sepan cuantos esta carta de donación, gracia e merced vieren como yo don Rodrigo Alonso Pimentel, Conde de Benavente, digo que por cuanto el lago que es y siempre fue del monasterio de señor San Martín de Castañeda de la orden de Cister, que es en el obispado de Astorga y del abad, monjes y convento de él, y en medio de él [del Lago] fue hecho por mi una casa de morada y edificio y de esta fecha hasta hoy, y por ser como es el dicho lago y fue siempre del dicho monasterio y lo de en medio de él no le podía ni pudo ser tomado ni hecho edificio alguno en él y hecho era del dicho monasterio así mismo como el dicho lago. Por ende, por descargo de mi conciencia y de la de mis antepasados y por volver lo suyo a su dueño de mi propia y agradable y espontanea voluntad, no inducido ni atraído por persona alguna ni engañado, salvo por lo susodicho y por la gran devoción que tengo al dicho monasterio y por hacerle limosna y bien y gracia y merced y por servicio de Dios todopoderoso nuestro señor y de nuestra señora Santa María, su madre, y del señor San Martín, otorgo y conozco por esta carta que hago gracia y limosna, merced y bien y donación perpetua, pura, libre, para siempre jamas que es dicha entre vivos al dicho monasterio de San Martín de Castañeda y a los devotos religiosos, el abad, monjes e convento del que son e serán perpetuamente, para ellos e para el dicho monasterio de todas las casas e morada e edificios, así de piedras como tierra y madera y el auaçon [sic] y herramientas y de todo lo otro, poco o mucho, alto y bajo, que esta fecho y edificado de la casa del dicho lago y en medio de él y en ella, y de cada cosa de ella, ya esté ahora enhiesta o caída, o en otra manera que sea, todo para el dicho monasterio y abad, monjes y convento del que son o fueren para siempre jamás, y que sea suyo perpetuo por descargo de mi conciencia y por servicio de Dios, y por los grandes cargos que tengo del dicho monasterio e abad, monjes de él y por que rueguen a Dios por mi ánima y de la señora mi mujer y por las ánimas de mis antepasados, y quiero que sea suyo propio y para ellos el dicho edificio y madera y obra de la dicha casa del lago […] [Continúa un buen número de formulas jurídicas de la época sobre la firmeza y el carácter absoluto e irreversible de la donación hasta la fecha y la firma de los testigos: el señor Pedro de Sossa, corregidor en la villa de la Puebla; Martín de Senabria y Alexo Rodríguez de Fuentes, alcaldes de la Puebla; Francisco de Vega, secretario del conde; y el licenciado Alonso de Mercado. Actúa como notario y escribano Lope Ferrández de Lena, que rubrica en testimonio de verdad.]
El documento, aparte de ser una buena muestra más de la literatura legal del Renacimiento y de la firmeza con la que se trataban de revestir estos actos jurídicos, aporta un buen número de datos interesantes. El primero de ellos, la escasa duración del edificio en manos de la familia: si damos por buena la fecha de probable construcción defendida por Cooper (1477 en el mejor de los casos) y la entrega al monasterio (1491) tenemos un total de ¡catorce años, incluida la fase de construcción!. Poco tiempo parece para el “rico Palacio con muchos artesones de oro” o “rica Casa” que detalla Ambrosio de Morales. ¿Exageraba el buen agustino?
El texto también nos ofrece detalle de los materiales empleados: piedra, tierra y madera, lo que puede servir para elaborar los artesonados descritos por Ambrosio y que emparentarían con el estilo ornamental de influencia mudejar que los Pimentel habían utilizado ya en su edificio más emblemático, el Castillo de Benavente. Se mencionan también “herramientas” y “todo lo otro, poco o mucho, alto y bajo, que esta fecho y edificado […] y de cada cosa de ella, ya esté ahora enhiesta o caída”, incluso se otorgaba al cenobio “completa libertad para allanarlo o derribarlo, o destinar su fábrica a cualquier uso”. ¿A qué se está refiriendo Rodrigo Alonso? ¿Es posible que en solo catorce años lo que debería haber sido una rica casa (o palacio, o castillo, o casa fuerte...) estuviese casi en ruinas, con escombros derruidos por el suelo...?
La realidad puede que haya sido otra, y para entenderlo conviene ampliar nuestro ángulo de visión sobre la época. La familia Pimentel había llegado a Castilla (6) apenas un siglo atrás y durante los mandatos del III y el IV condes se encontraba en pleno periodo de expansión y consolidación de sus poderes, navegando en aguas tan convulsas como la revuelta irmandiña en Galicia (7) o la Guerra Civil de Enrique IV. En Sanabria y Carballeda acababan con las últimas resistencias de los Losada, los anteriores señores de la comarca, y sólo el monasterio de San Martín – y el hálito divino tras los monjes – estaba en condiciones de plantearles cierta resistencia. En este escenario, el Castillo de Puebla debió representar un papel estrictamente militar: una advertencia contra cualquier ataque, una demostración de fuerza. Pero, tal vez, la Casica del Lago – y ahora especulamos sin soporte documental alguno – se planteó de forma contemporánea como muestra de refinamiento, de “superioridad cultural” de una relativamente recién llegada familia. Y cargada de gran simbolismo, además: ¡un palacio en mitad de un lago!. Rafael González describe a Rodrigo Alonso, IV Conde, como “ un hombre ilustrado - a juzgar por su rica y selecta biblioteca”. ¿Por qué entonces dona la obra al monasterio?
Fray Antonio de Lara, recopilador del Libro Tumbo del Monasterio de San Martín de Castañeda en 1715 ofrece la siguiente explicación:
“Por este tiempo mandó el conde edificar una casa dentro del Lago e hizo venir marineros de los puertos con redes y barcos; después estando el Conde, el Duque de Alba, el Conde Luna y otros señores en dicha casa, se levantó tan recio temporal de aire que las olas del Lago venían por encima de la Casa, durando su furia más de veinticuatro horas donde estuvieron en manifiesto peligro. Por lo cual dicho Conde hizo donación de dicha Casa a este Monasterio”
Isabel Beceiro, en su estudio “El condado de Benavente en el siglo XV” (1998), considera la donación como una simple compensación previa al acuerdo firmado entre el conde y el monasterio el 12 de junio de 1492, por el que el noble accedía al control del Lago junto con los derechos y jurisdicción en varias aldeas, a cambio de 30.000 maravedís de juro en la renta del herbaje de la sierra de Sospacio. Por el contrario, el monasterio debió mantener los derechos de pesca de las truchas, barbos y peces del Lago, toda una fuente de riqueza por la que los monjes llevaban peleando desde el mismo momento de su llegada a la comarca. La “llegada de marineros de los puertos con redes y barcos” que recoge el Libro Tumbo no tuvo que ser muy de su agrado.
¿Fueron entonces razones económicas el justificante último de la donación? Tal vez – y volvemos a especular sin red protectora – sucedió que la construcción del palacio/casa de morada, ya fuese en la misma Isla de las Moras o en un Castro de Ribadelago también isla en aquellos años, supusiese un esfuerzo humano y una complejidad técnica superior a las previsiones iniciales, que los trabajos se estancasen por las dificultades y que en 1491 el conde se encontrase ante una obra imposible o costosísima de terminar... o por la que ya hubiese perdido toda ilusión. Tal vez esto explique “todo lo otro, poco o mucho, alto y bajo, que esta fecho y edificado […] y de cada cosa de ella, ya esté ahora enhiesta o caída” y hasta los “muchos artesones de oro” que vio Morales ochenta años después.
Acabamos ya, citando de nuevo el gran estudio de Rafael González:
No sabemos, finalmente, que uso pudieron dar los monjes de San Martín de Castañeda a tan singular edificio. En la documentación que hemos consultado se pierde su rastro por completo. Tal vez la abadía cisterciense mantuvo aquí alguna infraestructura elemental, formando parte del aprovechamiento pesquero del Lago. Esta es, al menos, la impresión que se obtiene de la lectura de las descripciones de Ambrosio de Morales y de Richard Ford. En cualquier caso, el pequeño islote de las Moras ha podido mantener vivo a lo largo de los siglos hasta la actualidad el recuerdo de su efímera existencia.
Ver también: Más vale volando - Memoria y Patrimonio por el Condado de Benavente
Postdata 1: No quiero dejar de mencionar a otro gran caminante que, pocos años después de Ambrosio de Morales, también se encontró ante un gran lago con una ciudad sumergida en sus profundidades:
«Tú, caballero, quienquiera que seas, que el temeroso lago estás mirando, si quieres alcanzar el bien que debajo de estas negras aguas se encubre, muestra el valor de tu fuerte pecho y arrójate en mitad de su negro y encendido licor, porque si así no lo haces, no serás digno de ver las altas maravillas que en sí encierran y contienen los siete castillos de las siete fadas que debajo de esta negregura yacen»Miguel de Cervantes: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, cap. 50., 1605
Postdata 2: Por si a alguien le interesa, en el catastro actual no figura propietario de la Isla de las Moras. De hecho, no figura como parcela distinta del propio Lago.
NOTAS:
(1) Descripción utilizada hasta principios del S.XX en los primeros proyectos de explotación hidrográfica del Alto Tera
(2) En mi opinión, pese a ser un regular viajero para su época, Fr. Henrique Flórez nunca llegó a nuestras comarcas y escribió sobre ellas citando a autores anteriores o a cartas de corresponsales.
(3) En 1473, Enrique IV concedió el Ducado de Benavente a Rodrigo Alonso Pimentel, IV conde de Benavente sin cancelar el condado, por lo que los duques de Benavente se titulan conde-duque. Es curioso que aquí en la comarca, e incluso entre quienes escriben sobre ella – como hemos visto - siempre se habla de los condes y no de los duques, a pesar de ser este un título de superior rango.
(4) En el blog citado se opina, y no sin razón, que la propia elevación del castro pudo ser una isla en otros tiempos.
(5) E. COOPER, Castillos señoriales en la Corona de Castilla, Salamanca, 1991
(6) Procedentes de Portugal, como es sabido: Juan Alonso Pimentel era, por matrimonio, señor de Braganza y Vinhais. Enrique III le concedió el condado en 1398, después de su participación en la batalla de Aljubarrota, donde combatió defendiendo los derechos a la corona portuguesa de Juan II (padre de Enrique).
(7) Sus ecos también llegaron a Sanabria y Carballeda
(8) Fray Antonio data la construcción de la Casica en tiempos del abad comendatario Pedro Rodríguez de Lagarejos, en torno al año 1465 (casi doce años antes que Cooper) Tampoco es descabellado y no anula las siguientes hipótesis presentadas en la entrada.