Argimiro Crespo es uno de los primeros nombres propios que se nos viene a la cabeza al hablar de la tradición de nuestras comarcas. Recuperamos hoy extractos del artículo y entrevista que Virginia López le dedicó el 31 de julio de 2007, en las páginas del suplemento “En Clave de Sol”, de La Opinión – El Correo.
Argimiro Crespo nació en 1921 en Codesal y ha dedicado su vida a mantener las tradiciones de la Comarca de la Carballeda. Las personas que le conocen destacan la figura de un hombre con grandes inquietudes, autodidacta, de vocación artística, soñador y poeta con una memoria privilegiada que le ha permitido absorber y transmitir los relatos, costumbres y leyendas que ha ido adquiriendo en sus viajes y vivencias. “El juglar de la Carballeda”, como se le conoce, desde pequeño recorrió en burra los caminos de la comarca vendiendo aceite y petroleo para los candiles y faroles, y aprendiendo a su paso por las poblaciones las historias y canciones típicas. Sus continuos viajes le sirvieron para conocer nuevas gentes y nuevos lugares, y con ellos sus tradiciones y sus formas de vida, pero tuvo pocas oportunidades para acudir a la escuela. Compaginó sus rutas por la provincia, con su faceta como comerciante en la tienda de su padre. En ella Argimiro se esmeraba en vender desde tejidos y confecciones, hasta zapatillas, higos o chocolate, mientras una radio antigua no dejaba de poner banda sonora a sus tardes con noticias y radionovelas. En sus pocos ratos libres se dedicaba a plasmar con su pluma las historias que tejía a lo largo del día en su cabeza.
Sirvió durante el servicio militar en África, donde ejerció de cabo de botiquín, adquiriendo los conocimientos médicos que pondría después en práctica de forma altruista entre los vecinos de su pueblo, llegando incluso a abandonar sus quehaceres personales para atender a los enfermos. Allí escribió poemas que después se publicarían en su libro “Memorias y leyendas”. Tras enfermar de paludismo y recuperarse en el hospital de Zamora, regresó de vuelta a Codesal, donde dedicó su vida al comercio, profesión heredada de su padre, y a su carrera de juglar. Su carácter marcado por la simpatía y la honradez le hicieron un buen comerciante. Argimiro comenzó su carrera como juglar a los treinta y cuatro años en una actuación ante el gobernador civil de Zamora durante la inauguración del Salón Social de Codesal. La vocación como contador de historias de Argimiro, probablemente fue heredada de su abuela que durante las tardes de invierno le contaba a su nieto historias y vivencias, con una narrativa extraordinaria. Tras recorrer varias localidades de España y Portugal contando sus relatos, El juglar de la Carballeda decidió que todas las historias recogidas en sus andanzas y vivencias de arriero no podían quedar en el olvido, por lo que empezó a escribir sobre ellas. Tuvo que esperar a los cincuenta y cinco años para comenzar a dar salida a toda la información que había ido recuperando durante años en forma de escritos, ya que antes no había tenido tiempo para dedicar a su afición. Así ve la luz su primer libro “Memorias y leyendas”, al que siguieron “Cartas a Minerva”, en el que se reflejan las misivas que enviaba a su sobrina de Venezuela en las que le explicaba como eran las costumbres de antes en la Carballeda, y “El sauce llorón”. Éste último es una recopilación de las poesías y romances que se cantaban durante los labores del campo publicada en 1993.
Aparte de su labor como escritor, también recitaba canciones, lo que le llevó a actuar en diversas ciudades y localidades, como Sanabria, Zamora, Barcelona, Madrid, Constantin (Portugal) y la Expo de Sevilla. Grabó más de cien temas para el cancionero popular de Zamora con el músico Miguel Manzano y recorrió la provincia acompañando al Grupo Folklórico zamorano “Habas verdes”, con el que grabó el disco “Música tradicional, Zamora I”, que fue galardonado por el Ministerio de Cultura y seleccionado en Alemania para seguir cursos en español. También publicó artículos de prensa en publicaciones de cultura tradicional como “El Filandar” y participó en diversos programas radiofónicos y de televisión. Cumplidos los 65 años decidió cerrar su tienda y dedicarse a enseñar el Museo Etnográfico de Codesal, su pueblo natal. Posteriormente y de forma paralela, también enseña un día a la semana clases de etnografía a jóvenes en el Centro de Educación Ambiental de Villardeciervos. En estas clases explica el proceso de cultivo del lino, transmite rondas y leyendas que su abuela le enseñó, y dirige un taller de danzas del mundo. (1)
—¿Cómo ha sido su vida en Codesal?
—Ha sido gracias a Dios larga, tengo ya 86 años. Mi niñez fue como un niño de pueblo, fui poco a la escuela porque a veces no había maestro, otras veces había que ayudar en casa. Mi padre tenía un tienda y yo viajaba con mi burra para recoger noticias sin querer de personas que se encontraban solas y había que aconsejarlas bien, porque antes no había pensiones y la gente lo pasaba mal. Después fui a la mili y al volver como mi mujer era maestra y se quedó aquí dando clase, tuve suerte. Seguí haciendo de practicante en el pueblo con lo que aprendí en la mili y me encargué de la tienda.
—¿Qué acontecimiento destacaría?
—Una de las cosas mejores que hice, es el poder darle cobijo a mi suegro cuando estaba enfermo. Lo digo para que los jóvenes que no pueden tener a sus suegros en casa que hagan un esfuerzo porque es una satisfacción muy grande el poder ayudar.
—¿Cuándo llevó a cabo su primera actuación? ¿La recuerda?
—La primera pues ya casi no me acuerdo, fue en Zamora, me llamaron y después ya me distribuí por muchos sitios de España, fui a la Expo de Sevilla representando a Zamora, y a Barcelona, con Alberto Jambrina y el grupo “Habas Verdes” y en todos los sitios salía contento, no sé si porque me conformaba con poco o porqué. Lo que contaba siempre eran cosas reales.
—¿Qué es lo que más le gustaba de sus viajes?
—Todo, no puedo echar nada atrás porque todo había que aceptarlo y todo forma parte de la vida.
—¿Sigue enseñando el museo etnográfico de Codesal?
—Sí, desde que se fundó me hice cargo yo aunque soy ya mayor y marcha la gente contenta porque hay 400 piezas. Por ejemplo para enseñar la hoz se cantan canciones de la siega etc y también enseño la iglesia que es muy bonita.
—¿Cómo se las arreglaba para compaginar su vida familiar, la tienda y sus viajes como juglar?
—La tienda estaba incorporaba en la misma casa, y yo podía hacer la comida porque mi mujer trabajaba y encargarme de la casa y si llamaba gente a lo mejor le decía “espera” y me esperaban, era como familiar.
—¿Sigue colaborando con el Centro Medioambiental de Villardeciervos?
—Ahora estamos de vacaciones, pero sí iba alguna tarde a charlar con los chicos sobre lo que me parecía a mi o al profesor.
—¿Sobre qué hablaba?
—Hay muchas cosas que hablar en la vida de una persona mayor, de la siega, del campo y siempre dándoles consejos sobre la vida.
—Yo las quiero todas. Recuerdo el Día de Reyes, que salíamos los varones en grupo y las chicas aparte e íbamos de puerta en puerta, y pedíamos los reyes pero se los teníamos que cantar para que nos los dieran.
—En casa teníamos obreros portugueses y aprendía sus canciones sin querer o las que oía a los campesinos mientras labraban cuando iba por los caminos.
(1) Recordamos que el artículo fue publicado en 2007. En la actualidad la salud de Argimiro ya no le permite colaborar ni con el museo ni con el centro de Villardeciervos
El Roble del cementerio |
“CUENTOS Y LEYENDAS”:
Últimos versos del Romance del Roble de Codesal.
”Aquella rama tostada que el apretó con sus dedos
es el corpulento roble que existe en el cementerio
cubriendo la sepultura donde enterraron el cuerpo
de aquella buena gallega que se quedo en este pueblo.
El roble del cementerio por todos es respetado.
Cuando haciendo sepulturas a sus orillas llegaron,
han quedado sorprendidos del pueblo los más ancianos,
porque parece increíble que un roble de tal tamaño
se sostenga en dos raíces que se marchan hacia abajo
y los que las vieron dicen que tienen forma de lazo
y el esqueleto se encuentra entre las dos abrazado.
Sus cenizas en la fosa, ya convertidas en savia,
entrando por las raíces se tiende a todas sus ramas,
que a veces se oyen gemir por los vientos azotadas,
pues quieren estar serenas mirando hacia las montañas
tras las cuales se oculta Galicia.
¡Galicia…!!Galicia! “a sua terra amada…”